Orígenes y Controversias de la Evolución Humana: De Darwin a Newton

Primeros Discursos Científicos y Controversias sobre la Evolución Humana

Nada más publicarse el libro de C. Darwin, Origen de las especies (1858), se ensaya y discute la aplicación de la teoría evolutiva a la cuestión del origen de la especie humana. De la década de 1860 son los ensayos de T. Huxley en Man’s Place in Nature (1864), donde discurre en temas humanos sobre esta base, y los estudios del embriólogo alemán E. Haeckel, quien interviene con su axioma sobre la ontogenia como recapitulación de la filogenia (1866) y lo aplica a nuestro caso en su Antropogenie (1874). El geólogo español, versado en Paleontología e interesado en Prehistoria, Juan Vilanova y Piera, del Museo de Ciencias Naturales, da cursos en el Ateneo de Madrid sobre los orígenes de la humanidad, y tiene en 1867 terminado su libro Origen, antigüedad y naturaleza del hombre (figura 1): éste no ve la luz pública hasta 1872, pero en la primera fe…

La Gravedad según Newton

Newton reflexionó sobre el hecho de que los cuerpos pesaban en la Tierra y que los astros giraban en torno a otros astros (la Luna en torno a la Tierra, la Tierra y los demás planetas en torno al Sol, y así todos) y se imaginó que había una fuerza universal (que actuaba en todos lados) que hacía que los cuerpos se atrajeran entre sí. Esta fuerza se manifestaría tanto en la atracción de un cuerpo por la Tierra – su peso- como en la atracción entre cuerpos del Sistema Solar (y de todo el universo) que les hace girar unos en torno a los otros. La llamó «fuerza de gravitación universal» o «gravedad».

Según Newton, la gravedad sería una fuerza instantánea (es decir, cualquier cuerpo notaría inmediatamente si hay otro cuerpo, y sufriría su atracción) y actuaría a distancia, es decir, la intensidad de la fuerza dependería de algo (el otro cuerpo) que puede estar muy alejado, sin que haya contacto entre los cuerpos.

(***) Experimento 2 Piedra girando con una honda.

Aprovechándose de todos los conocimientos astronómicos y experimentos de muchos físicos anteriores (Copérnico, Tycho Brahe, Galileo y otros), Newton se dio cuenta de que la fuerza de atracción gravitatoria entre dos cuerpos tenía que ser proporcional al producto de sus masas dividido por la distancia entre ellos al cuadrado:

F ∝ Mm/d2

A la constante de proporcionalidad en esta fórmula la llamamos G (por «gravitación»):

F = G Mm/d2

La pregunta importante es: ¿y eso, por qué?; ¿por qué existe esa fuerza? Newton no lo sabe: «Divinitas» (la divinidad), dice. Esto es salirse por la tangente; no nos convence esa explicación, ni tampoco a muchos de sus colegas (el filósofo Leibnitz se enfadó con Newton por ello). Pero no exijamos a Newton más de la cuenta. Bastante hizo con explicarnos cómo actúa la gravedad mediante su famosa fórmula, aunque no supiera por qué. Mediante su teoría, sencilla y elegante, los físicos, los astrónomos y los ingenieros han podido entender (y medir con altísima precisión) las órbitas de los planetas y del Sol, la rotación de las galaxias y la dinámica de los cúmulos de galaxias, las mareas que la Luna (y el Sol) causan en los océanos…y hemos podido también construir naves espaciales que viajan alrededor de la Tierra y por el Sistema Solar. Todo gracias a la teoría de Newton.

¿Altísima precisión, hemos dicho? Efectivamente, en los miles de experimentos y observaciones astronómicas que se han hecho desde que Newton propusiera su teoría (1687), los resultados coinciden con los cálculos, según su fórmula, con altísima precisión… casi siempre. Pero la ciencia es perfeccionista, y un solo ejemplo convincente de que una teoría falla, aunque sea sólo un poco, es suficiente para que la consideremos falsa. No nos valen los «casi»: tiene que funcionar siempre y en el caso de Mercurio esto no funcionaba.

El Movimiento según Aristóteles

  • El movimiento es un acto: es una realidad que le puede sobrevenir a una cosa. Con esto queremos indicar que dicha cosa puede no tener el movimiento en acto, como cuando está en reposo: si no muevo la tiza y la tengo en mi mano, la tiza está en reposo en acto (está quieta) y tiene el movimiento en potencia (puesto que la puedo desplazar en cualquier momento);

  • Esa peculiar realidad o acto en que consiste el movimiento la tiene un objeto en la medida en que aún no ha actualizado totalmente aquello que puede llegar a ser, puesto que en cuanto lo ha actualizado ya no esta en movimiento sino quieta: el acto del movimiento de la tiza hacia la mesa en la que la quiero dejar lo tiene la tiza en la medida en que aún no está en la mesa ―en la medida en que tiene aún la potencia de estar en la mesa, en la medida en que está en potencia respecto de su poder estar en la mesa―; cuando la tiza ya está en la mesa, hay que decir que ya está en acto y no en potencia, por lo que el movimiento deja de darse, ha finalizado (ha finalizado, naturalmente, respecto de esa característica o determinación porque respecto de otra aún puede estar cambiando).

Aristóteles distingue diversos tipos de cambio o movimiento:

  • Cambio sustancial: cuando desaparece una sustancia y da lugar a otra (como cuando quemamos un papel y lo convertimos en cenizas);

  • Cambio accidental: cuando una sustancia se modifica en alguno de sus atributos o características pero permanece siendo la misma; a su vez se divide en:

    • Según la cualidad: como cuando pasamos de jóvenes a adultos, o cuando una hoja cambia de color en otoño;

    • Según la cantidad: la tiza que se desgasta con el uso, el niño que crece;

    • Y el lugar: como cuando nos trasladamos en Metro de un lugar a otro.

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